lunes, 27 de mayo de 2013

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Compañeras y compañeros, me alegro mucho de compartir éste momento, aquí, con ustedes, y poder hablarles de una manera más directa, sobre una sensación que tengo guardada hace ya unos dias.
Aquella rutina que hemos compartido, día a día, durante 15 años de nuestras vidas, está por terminar. 
Es por ello, que me dirijo a ustedes en ésta ocasión, porque quiero dejarle algo a cada uno de ustedes: un mensaje.
Todos nosotros hemos sido niños, todos nosotros hemos llorado escandalosamente, hemos reído como la guagua de Youtube, hemos comido insectos, tierra, nos hemos puesto el delantal como capa, creyéndonos Superman o una de las Chicas Superpoderosas, hemos hecho planes para descubrir a los conejitos y al ratoncito, hemos llorado con el Rey León, y hemos hecho el mejor negocio de nuestras vidas cambiando ‘’tazos’’
Y así podría seguir enumerándoles situaciones y situaciones, que probablemente la mayoría a vivido, y recuerda con felicidad, porque sabemos lo que es ser niño, pero aunque lo sepamos ¿Conservamos aún nuestro espíritu de infancia? ¿ O lo hemos enterrado en nuestro paso a la juventud?
Hace unos dias, fuimos a los Jardines a hacer yoga, habían resbalines, lápices, delantales, dibujos, y ese calendario el cual nos peleábamos cada mes para llevarlo a nuestra casa.
En ese momento, no habían niños, sin embargo pude imaginarlo todo:
1997, desde la puerta, el niño que llora, el niño que corre feliz a su sala, la niña tímida, y la campana suena. Nos ponemos nuestro delantal, y el día comienza, ¡presente tía Tatiana!, la curiosidad nos invade, nuestros ojos brillan, cada momento es una nueva experiencia, cada día una nueva aventura al estilo “Rugrats”, cada año una eternidad, en la que ansiosos esperamos nuestro cumpleaños, para así sentirnos más grandes.
2012, Suena la campana, entramos directo a los radiadores, el frío es mucho, y el sueño, es aún más grande. Entra el profesor y migramos a nuestros diminutos bancos, en el cual se hace difícil encontrar una posición cómoda para dormir, escuchamos, algunos están atentos, otros parecen estarlo, algunos duermen con los ojos abiertos, los más conectados entran a facebook, uno que otro dibuja, cada uno está en su mundo, al igual que en 1997, sin embargo, ya no es lo mismo.
He ahí, esa sensación que me embarga, he ahí el dilema a la luz. Porque me doy cuenta que querámoslo o no, hemos dejado de lado una parte de nuestro ser, y no una parte cualquiera, prescindible e innecesaria, si no que esa parte esencial y vital, que nos hace auténticos, que nos hace niños.
Si en nuestra infancia, un día era una nueva experiencia, ahora, ya no es más que un día más de nuestra rutinaria semana, un día menos para el fin de semana, un día menos para dejar el colegio o un día menos para la prueba de selección universitaria. ¿O es incierto lo que estoy diciendo?, lamento informarles que no, ¡que es cierto!
Lao Tzé dice: “Si estás deprimido, estás viviendo en el presente. Si estás ansioso, estás viviendo en el futuro. Si estás en paz, estás viviendo el presente”
Lo que quiero decir con esto, es que, vivimos pensando siempre en un pasado, en lo que éramos y teníamos, o en un futuro, sobre lo que tendremos y seremos. 
Y yo me pregunto, ¿y el presente, donde tiene espacio el presente? 
Cuando pequeños, éramos como un picaflor, íbamos de flor en flor, descubriendo todo a nuestro alrededor, volábamos, porque éramos libres, vivíamos, en estado presente, pero poco a poco, nuestro aleteo se fue haciendo más débil, ahora descubrimos menos, volamos más despacio, y nuestras alas se esfuman así como nuestra libertad, así como ese sentido que teníamos de maravillarnos con la vida, ese fluir con la vida en el que vivíamos el día a día, en el que nos entregábamos por completo a cada momento, sin tener expectativas sobre nada ni nadie, y viviendo con una  naturalidad que nos permitía ser felices con lo que éramos.
¿qué pasó con nuestras alas?, si nos hacían tan felices ¿por qué se encogieron? 
En una humanidad, que se mueve en torno a conceptos impropios del ser humano, maquinas, televisión, religión, dinero, poder, el picaflor se pierde. Si en un principio, se conectaba con su propio ser, las flores, la naturaleza, su identidad, luego se transforma, atraído por una sociedad, la cual niega su identidad, su dignidad, y ahí queda, atrapado en su jaula.
Yo les digo compañeros, no se dejen enjaular, y si ya cayeron en la trampa, escapen de ella, sigan su corazón, ya que como relata Antoine de Saint- Exupery, en su obra, “El Principito”
“ Solo se ve bien con el corazón. Lo esencial, es invisible para los ojos”
esa escencia es la que le da sentido a nuestra vida, esa mirada pura del niño que todos llevamos dentro, esa mirada capaz de ver en las rayas de un dibujo, una historia, una trascendencia moral y humanizadora que va más allá de lo meramente observable.
Es así como el amor , eleva nuestra vida, nuestra rutina, deja de ser rutina en el momento en que le agregamos amor, ya que adquiere un valor extraoridanrio el cual nos satisface, nos da felicidad.
Por eso les digo a todos , futuros adultos, no dejen de ser ese niño que han visto crecer, no dejen esa curiosidad y asombro ante la vida, tampoco pierdan su inocencia, y dejen ver su propia identidad, porque un niño siente lo que dice, y dice lo que siente, vive sin máscaras, es su propio espejo, su verdadero yo, su propia felicidad. 
Muchas gracias